Me encantan los días de lluvia.
La calle está desierta, estoy sentada en el balcón, las gotas resbalan por los barrotes. Se me vuelve a consumir el cigarro, mi mirada fija en las ondas de un charco... Es tan bonito, el silencio...
Hace frío, es el día perfecto para quedarse en casa, vuelve a ser irónico. Me encanta esa emoción, recurro a ella tan a menudo que la siento mía.
Son las 12 de la noche y parece que el tiempo es eterno, y hablo yo de tiempo, con mi corta vida comparada con la existencia del mundo en el que vivo. Y nos creemos invencibles, me siento insignificante, pero tan feliz.
Pienso muchísimas cosas y en realidad no quiero compartir ninguna, que valiosa es la vida, cuantas promesas me hago a diario sabiendo que nunca llegaré a cumplirlas.
Pero aún así me encantan los días de lluvia, estos días que evocan a pensar, a la nostalgia, viendo el tiempo pasar, caprichoso, sin pararse a mirarme siquiera, sin darme tregua para que disfrute de este momento en el que simplemente sonrío.
La calle está desierta, estoy sentada en el balcón, las gotas resbalan por los barrotes. Se me vuelve a consumir el cigarro, mi mirada fija en las ondas de un charco... Es tan bonito, el silencio...
Hace frío, es el día perfecto para quedarse en casa, vuelve a ser irónico. Me encanta esa emoción, recurro a ella tan a menudo que la siento mía.
Son las 12 de la noche y parece que el tiempo es eterno, y hablo yo de tiempo, con mi corta vida comparada con la existencia del mundo en el que vivo. Y nos creemos invencibles, me siento insignificante, pero tan feliz.
Pienso muchísimas cosas y en realidad no quiero compartir ninguna, que valiosa es la vida, cuantas promesas me hago a diario sabiendo que nunca llegaré a cumplirlas.
Pero aún así me encantan los días de lluvia, estos días que evocan a pensar, a la nostalgia, viendo el tiempo pasar, caprichoso, sin pararse a mirarme siquiera, sin darme tregua para que disfrute de este momento en el que simplemente sonrío.
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