He puesto incienso, es una manera extraña de comenzar.
Soy una mujer metódica y controladora, disfruto con el orden, la perfección y la limpieza, y he puesto incienso porque me da paz. En este justo instante la necesito, mi horóscopo hace honor a mi personalidad, la balanza... en contraposición con mi esencia está mi cabeza en completo desorden, he tirado a la basura la disciplina, la rutina y mis momentos, y esto ha dado lugar a que mi cuerpo ya no me habla, me grita.
Demasiadas son las veces en que he dicho en los últimos meses que no sé gestionarlo, creo que me refiero al nuevo cambio de piel. Y así soy, cambiante, obstinada y resiliente, y sin embargo no me gusta nada en lo que me he convertido ni en lo que se ha convertido este blog. Lejos están los días de narcisismo, cabeza alta, vida propia y aceptación de la realidad, no queda nada de eso, jamás volverá porque esa ya no soy yo.
Mi sensibilidad ha ganado la batalla a todos mis demás atributos, ella lleva las riendas de mi vida, y como toda emoción es impredecible. Siento que he perdido el control de mi vida aunque irónicamente mi situación sea la más estable jamás vista, y eso me está otorgando la incapacidad total de disfrutar. Vivo preocupada, agobiada y sobre todo muy cansada, y no encuentro el motivo. Sería orgásmico disfrutar de mi nueva etapa laboral, mantener mi casa intacta como siempre lo ha estado, exprimir los findes a base de planes, y curtir mi lado artístico y salvaje por las tardes, echo de menos tener algo que pintar y por supuesto leer.
El 60% de mi tiempo sin embargo lo dedico a lo mismo, a él, y hoy me está consumiendo. No es culpa de nadie, vengo de relaciones tan independientes que aún acompañada en realidad estaba sola, y ahora comparto mi vida con alguien que no entiende de espacios sino de unidad, que respeta pero no exige, y en ese compartir yo le estoy dando lo más valioso que tengo, mi estabilidad emocional. No quiero llegar a la conclusión de que estoy siendo dependiente, pero lo llamo 4 veces al día y paso un mínimo de 4 h diarias en su compañia. El resultado de eso es que el 40% restante es para trabajar, dormir y labores domésticas, y por tanto creo que a veces todos mis sentidos están alerta. Ha entrado tan profundo que cuando siento que no puedo dejo que se encargue de todo, y esa falta de control me está desquiciando, aunque algo dentro de mí me diga que no está mal preocuparse exclusivamente por respirar.
Le echo la culpa a las hormonas de mis cambios de humor... y ellas están totalmente al margen de esta batalla, cuyos contrincantes son exclusivamente mi cerebro y mi corazón. Uno necesita avanzar de forma pausada, inteligente y progresiva, necesita tiempo para aceptar la nueva situación y por supuesto la caída sufrida de la que aún no nos hemos levantado, y en respuesta tenemos a un corazón emocionado y totalmente entregado, al que no le importa mi espacio, mis necesidades, ni mis costumbres, sólo quiere dormir en su pecho, hacer el amor y hablar durante horas.
Mi corazón lleva casi todo el control, habla por mí, no duerme, no descansa, no deja margen para que el cerebro replique, no deja hueco para la defensa, pero a un corazón que late a tanta intensidad... quien puede soportarlo? Van a acabar conmigo.
Necesito que entiendan que si los dos fuesen al unísono seríamos más felices, equilibrados y sanos, necesito que entiendan que él está intentando enseñarnos a trabajar en equipo, y eso nos incluye a todos.
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