La princesa se equivocó de camino...acabó en el campamento para viajeros perdidos, quizá en realidad no se hubiera equivocado porque alguien le dijo un día que "uno siempre está donde se supone que debe estar".
Empezó a pasear por el campamento y en ese mismo instante la princesa oyó con claridad el croar de una rana que procedía del otro lado de la puerta de entrada. Movida por la curiosidad se asomó a ver de que se trataba y aunque no era nada nuevo para ella se encontró a un hombre saltando igual que las ranas.
- ¿Qué diablos está haciendo?- acabó preguntándole al hombre de recepción.
- Se trata de un príncipe que se cree rana- dijo este con mucha tranquilidad- Si piensas que es extraño deberías ver la rana que va saltando por ahí con una corona y una capa real y que se cree que es un príncipe. La gente anda muy confundida por aquí, hasta las flores, que se sienten culpables.
- ¿Y por qué podrían sentirse así?- preguntó ella escéptica.
- Por necesitar la luz del sol, por ocupar espacio y por absorber el alimento que necesitan de la tierra.
- ¿Y eso las hace sentirse culpables?
- Creen que no se lo merecen...
- ¿No saben que son bonitas y fragantes y que proporcionan un gran placer?
- Las flores no estiman su propio valor.
- Me gustaría quedarme...pero tengo que seguir mi camino en busca de la verdad de las cosas.
- Encontrarás mucha verdad por aquí.
- ¿Aquí? Si nadie sabe ni siquiera lo que es...
- De eso se trata señorita. Se puede encontrar una parte de verdad en lo que no es.
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