Hoy es el día perfecto para escribir, fuera llueve y hace frío, lo escucho a través de la ventana. La lluvia siempre me ha servido de inspiración, me sabe a nostalgia, quizá a algo de melancolía y sobre todo a mucha, mucha, mucha reflexión.
Entre tanto reflexionar he llegado a la conclusión de que ante las grandes crisis el corazón se rompe o se curte, creo que no hay término medio. Si bien también sé que sólo puede curtirse mediante la aceptación y el aprendizaje, la disolución del dolor es un proceso lento, y sin la aceptación ese dolor sólo va a quedar enterrado en lo más profundo de tu ser y, créeme, a la larga te dará problemas. No se puede vivir con un dolor anclado, no se puede huir de él, si no lo aceptas y aprendes sólo conseguirás que te destruya desde dentro, empezarás a tener secuelas físicas, ya que los traumas no resueltos te enferman mental y físicamente.
Sé que es duro enfrentarse a algo que te ha hecho daño, sé que es complejo deshacer una madeja de sentimientos, es confuso sentir emociones contrarias, normalmente las grandes crisis te llevan a ello, a la terrible dualidad moral, hasta que punto está bien o mal mi decisión, mi final, mi opción o mi consecuencia, hasta que punto lo que yo siento y pienso está bien o mal.
Como siempre no tengo un patrón para lo que es correcto, siento si decepciono, pero lo que sí tengo es un corazón curtido con grandes crisis y una infinidad de traumas por disolver. Para ello tengo que ayudarme de mi dualidad moral, a partir de ahora voy a tomar cada decisión en mi vida basándome sólo en en el simple hecho de "¿a qué parte de mi moral alimenta?": a aquella que está terriblemente cómoda en el papel de víctima, o a la que acaba de nacer y ha decidido que ya es hora de que me quieran bien, empezando indudablemente por mi.
He sido terriblemente cruel, injusta y salvajemente mentirosa conmigo misma. Me debo muchísimas explicaciones que aún no tengo, pero prometo que tendré. Me debo un amor propio digno de la mujer que mis grandes crisis han creado, le debo a mi mente compleja muchísimas vacaciones y a mi corazón roto... a él le debo toda una vida.
Hoy tengo que pedirme perdón a mi, tengo que pedirme perdón por el daño que me he ocasionado, lo siento, prometo cuidar de mí, prometo protegerme de lo que sé que está mal, prometo no volver a abrazar a la toxicidad que tanta comodidad me inspira y que tanto dolor me produce.
No voy a seguir lamentándome por una vida de equivocaciones, esa ya no soy yo, no puedo soportar más su peso y por tanto tengo que dejar aflorar ese dolor, ese dolor que enterré y que por supuesto como ya he dicho, me ha dado problemas. No puedo huir de él, no puedo olvidarlo... y la vida se está empeñando en recordármelo.
Puedo aceptar mi pasado y aprender de él, o dejar que siga marcando el ritmo el resto de mi vida, y hoy lo único que tengo claro es que, como he dicho muchas veces, soy una superviviente, y a mi ninguna gran crisis puede destruirme.
Comentarios
Publicar un comentario